lunes, 21 de diciembre de 2009

Cuando las cosas cambian



El 9 de noviembre pasado, en mi post La Edad de la Decadencia, escribí algo acerca de mi experiencia de ese día en El Barril (http://www.elbarril.cl/).
Para ser justo, ahora reseño una nueva y bastante diferente pasada por el lugar.

Fue el viernes recién pasado. Tocaban los Ball Breaker (http://www.ballbreaker.cl/), banda tributo a AC/DC, y de las buenas.

El lugar ahora era un hervidero de bikers, Harley boys para ser más preciso. Cuarentones y cincuentones con el bolsillo lo suficientemente amplio para financiarse el sueño de rebeldía evocado a través de la decoración particular de sus motos y, sobre todo, por la curiosa costumbre de disfrazarse de gringos sesenteros, furiosos y pandilleros, mucho cuero negro, chaquetas sin mangas, cadenas brillosas, pañuelos floreados a la cabeza, lentes oscuros en la noche, entre otros mañosos guiños a “Buscando mi destino”…. Y por supuesto, sus acompañantes, cuando las había, también ataviadas à-la-mode...

Pero más allá de los disfraces y su impersonalización, lo que se veía era un grupo masivo de veinteañeros disfrutando de un show que, comentarios aparte, bien valía el desenfreno y el entusiasmo.

Los Ball Breaker hicieron de las suyas, personificando a la cuasi perfección hasta los gestos, poses y costumbres sobre el escenario de los ya míticos y de reciente y sentida visita fallida, AC/DC.


(El comentario musical propiamente tal lo guardaré para otra ocasión. En todo caso, a quienes no los hayan visto, tienen razones más que suficientes para hacerlo, entre otras, la difícil tarea de emular a Angus Young de manera formidable y la quizás más difícil misión de conseguir dos vocalistas de la talla y tipo de Bon Scott y Brian Johnson. Y los Ball-b lo logran con creces).



Con esto, mis perdones al lugar. Lo cual prueba, como siempre lo hacen las excepciones, que juzgar es siempre equívoco si no se tienen las pruebas suficientes.

El punto es… ¿cuándo se tienen pruebas suficientes? Cuando se cree así por convencimiento o cuando ya no se nos ocurren nuevas formas de obtener nuevas pruebas?

(Por otra parte, terminado el show, los bikers rajaron sonorizando y ensordeciendo el ambiente con sus escapes de ruido patentado y del espacio se apoderó la pachanga que se hizo sentir con furia, con lo cual nuestro propio escape fue también furioso y veloz. Debía hacerse antes del punto de contagio. Haberse quedado habría sido un epílogo cruel para una noche Full-Of-Rock).



Y entonces, queda abierta la pregunta.

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