lunes, 30 de noviembre de 2009

Mis Caminatas por Santiago: Variaciones de primavera



Tres días y más.
Momentos.


Son las 11:00 de la mañana de un día lunes. Un día soleado y ventoso.

Mujeres delgadas ataviadas de arreglos y combinaciones coloridas caminando a través del parque de las esculturas en Providencia.

Indiferentes, seguras, hacia un destino definido y con el horario controlado.

Circulando desde el auto en movimiento en su misma dirección y en sentido contrario, las imágenes pasan rápido, sin definición y aún así algunas se retienen. Sus movimientos. Su frecuencia y cadencias.

Sigue la gente que cruza mi vista.

Circulando por Pedro de Valdivia.

La luz pasa por entre las hojas de la arboleda que cubre la avenida y su adoquinada calle y me oculto en las sombras avanzando y frenando evitando la radiación.

Es un torrente de sensaciones imparable. Escribo cruzando Santiago.

Ahora es de tarde y retomo el ritmo de la vida a pie, donde más cosas ocurren y si lo permitimos, más cosas vivimos. Es miércoles.

Irarrázabal acechado por el calor. 

El vapor caliente se eleva desde las aceras y dificulta la respiración. Cientos de transeúntes que vienen y van; cargados de pesos, bolsos e historias, maletines y traumas.

Corren para alcanzar el bus a su destino y vociferan contra todo y contra todos los que se crucen. Ropajes diversos, preparados para toda eventualidad, ante la diversidad del cambiante clima.

Yo sólo observo y camino y me hago invisible ante los gritos y los ruidos ensordecedores del tráfico, las bocinas, los motores.

Sábado de mañana frente al Museo Nacional de Bellas Artes.


Sentado a la sombra en el Parque Forestal enojado con el mundo por la falta de tino. Un gritón circense anuncia por altoparlantes sobreexplotados a diestra y siniestra la gratuidad de la invitación a los pasantes a ver y oír el ruido de cumbias y reggaeton que un candidato le regala al pueblo tapando con ello el escenario majestuoso y escaso de naturaleza que este espacio nos regala. No se oyen los pájaros ni el riego siquiera.


Por suerte está el Museo; y luego de recorrerlo arriba y a los lados, me encuentro con una exhibición en el subterráneo de Gordon Matta-Clark, hijo de Matta con quien me volví a asombrar dos pisos más arriba. El leitmotiv de su hijo, o al menos en esta exhibición, es “Deshacer el espacio”. Desde ya, una propuesta diferente, sugerente e impresionante. No lo suficiente empero para contrarrestar el frío aire irreal que a mis púberes acompañantes complica por lo inesperado e intenso.

Caminamos entonces por Ismael Valdés Vergara hacia el Emporio la Rosa, tras cruzar por entre el puesto ferial donde el mismo candidato oferta ahora asesoría legal gratuita…

El barrio invita. El Parque espera.
Enamorados ataviados de negro revolcándose abrazados, ausentes o exhibicionistas, o ambos. Trotadores arrastrados por sus perros. Pequeños canes con rostro roedor lamiendo a sus amos en agradecimiento por la no discriminación.
El Emporio, cual almacén de barrio un domingo en la tarde, está lleno. Nos quedamos.


Merced hacia el poniente y nos detenemos ante un pintor que obstruye el paso mirando hacia el sur.


J. Victorino Lastarria está de fiesta. Pintores por doquier con atriles metálicos y oxidados plasman su impresión de lo que ven, lo que sienten, lo que piensan, como mejor pueden.


Un cuentacuentos llama la atención de los extranjeros que pasean por el lugar sin entender palabra de lo que oyen, vitrineando entre libros usados y anticuarios, entre la curva calle observada por edificios con balcones que podrían ser una calle más de una Europa renacentista imaginaria.

Todo el ambiente es calmo y festivo. Hasta el trabajo parece relajo.
Y me siento a descansar y observar.

Domingo por la mañana. La Dehesa.

Ya no está la otrora heladería simple y tradicional en el Portal La Dehesa. En su reemplazo pusieron un café. Otro más. Esta vez, de origen extranjero. A pasos está también la sucursal del Emporio y todo indica que repetirse el plato en este escenario es sumamente disonante.

Otro tipo de consumismo, templo alternativo de la imagen y las posturas, de la levedad de las miradas, la indiferencia de las voces, la falsa autosuficiencia. No da más que para un café en otro lugar, unos jugos, y figurar cual cera de un inexistente Madame Tussaud santiaguino.

Y llega la noche en la terraza.

La luna gibosa creciente a cuatro días de llena ilumina el entorno. Las nubes transitan hacia el oriente, surcando el cielo formando y reformando escenas. El haz azulado traspasa las capas húmedas dando a luz arcoiris consecutivos en un halo concéntrico semejando un vacío luminoso.

Se escucha claro el río y el aire fresco precordillerano del Arrayán. Pasa el agua golpeteando entre las rocas, arrastrando piedras, llevando sedimentos y mensajes e historias desde río arriba. Ecos de otros, oídos y no escuchados.

A. Escribo con lógica emocional, dentro de contextos en ocasiones demasiado amplios.
B. Está bien. Es Inteligencia perceptual. Más allá de la Inteligencia emocional. O más acá.
A. Se entiende, entonces?
B. Efectivamente, permite ser entendida por la atención racional.
A. Qué alivio…

Claro de Luna.
No es el piano de Beethoven el que suena, sino el cielo el que se descubre e ilumina escenas imposibles.

A. Poesía y racionalidad.
B. Dos caras de una misma moneda, de muchas caras.

Silencio.
Suena el río. Se siente la brisa.


Y ahora se ven los cables eléctricos y transformadores en el poste frente a mi terraza. Son un cable a tierra y son las 23:19.




No hay comentarios:

Publicar un comentario