lunes, 19 de octubre de 2009

Desarrollo versus Castración del Pensamiento o el Arte de Disentir


En mis semanales y casi diarias tertulias (suena antediluviano, pero expresivo y bastante preciso) con mis amigos de siempre -que no son "los muchachos de siempre"- a menudo variamos entre temas altamente leves como el fútbol, a otros profundamente intensos, como el fútbol...


Entre las últimas conversaciones, de algún momento en el tiempo, se dio un particular diálogo multilateral, desafiante, elevado, emocional e intelectual acerca de las prácticas religiosas y su influencia -positiva o negativa- en el desarrollo de las personas como individuos y como grupos.

Todo esto a raíz de la exploración sociológica que nos perturba a menudo, pero particularmente a propósito de la experiencia reciente de Felix en un grupo particular (que no viene al caso detallar ni comentar por ahora) y donde una de sus últimas prácticas incluyó el ayuno completo por 4 días (comida y agua) con fines y medios meditativos, encerrado en un círculo imaginario de 5 metros de díametro, perdido en la cordillera de Curarrehue. (Insisto en que estos datos son sólo de referencia y en ninguna medida una crítica al grupo o sus prácticas. De hecho, tienen suficiente material interesante como para que hayan sido fuente de inspiración de estas discusiones...).

Demás está decir que evitamos circunscribir la discusión en temas dogmáticos, pues además de que casi cada uno de nosotros es de origen y creencias diferentes, todos somos abiertos y respetuosos a la hora de la discusión. E incisivos. Aunque no lleguemos a nada. Es como un ejercicio intelectual. Trote mental. Sudoku interactivo. Whatever.

Y entonces, las religiones, pseudo-religiones, tribus, castas, sectas,...
¿Permiten, potencian o coartan el desarrollo?

A juzgar por los hechos de la historia y más allá de los errores y excesos, es bastante evidente que el ordenamiento ético y prácticas asociadas alrededor de un pensamiento religioso han contribuido siempre al crecimiento, a veces a la larga, de la humanidad.
Esto, eso sí, a costa del sacrificio del arte, e incluso de la vida.

Tolerancia no es precisamente la palabra que caracteriza a ninguno de estos grupos. Casi podría decirse que el exceso de tolerancia es el inicio del cisma de las corrientes de creencias.
Apertura, hasta cierto punto. Sólo hasta la observación, pero siempre desde un punto de vista crítico y por cierto no objetivo. SImplemente porque no es posible de otro modo.

A donde vamos con todo esto? (buena pregunta... voy a tener que inventar algo urgente...).

Ah, si. Desarrollo versus Castración del pensamiento.
El hecho de tener convicciones respecto de cualquier idea nos da pie para formular hipótesis sobre el por qué, el cómo, el para qué del comportamiento de otros.
Si no tuviéramos ninguna visión particular, ningún punto de vista subjetivo, nos pasaría lo que le ocurre a los niños y a los viejos con Alzheimer. Todo daría lo mismo y creeríamos todo; resultado: siguiendo la marea...

Pero no. No somos niños para siempre ni necesariamente caemos en la decrepitud con tanta facilidad. Al contrario. Estamos marcados para sufrir la necesidad de tomar decisiones y posturas frente a los hechos. Estas decisiones son las que nos cambian de rumbo y van formando nuestra íntima subjetividad que a la larga es nuestra personalidad.

Al acojernos a un conjunto de reglas, creencias, actividades, prácticas, etc., asociadas a un grupo, religión, secta,.. lo que hacemos es como Arquímedes, buscar un punto de apoyo para mover el mundo (nada que ver con Pinky y Cerebro que quieren dominar el mundo, but that's another story..).

Ahora bien, encontrarnos con rocas en el camino no nos asegura poder mover el mundo. Necesitamos algo para hacer palanca (además de algo que levantar y/o mover). Las rocas son esos otros que piensan distinto. Las palancas son sus ideas, prácticas, costumbres. Cuesta moverlas y reubicarlas como para terminar cambiando el mundo; pero se puede. Y es nuestro reto del día a día. Tratamos de convencer, de conquistar, de discernir si estamos en lo cierto o vivimos de autoengaños. Y en eso se nos va la vida. Relacionándonos es la única forma de saber dónde estamos y para dónde vamos. Encerrarnos en la burbuja del autoconvencimiento no nos lleva a ninguna parte distinta de la que estamos. Y puede que donde estemos no sea el mejor lugar... Think about that!

Por último. No basta con la disposición a enfrentarse a las propias verdades y los argumentos ajenos. Debemos entrenarnos en ello. Transformar nuestras inquietudes en un arte, el ejercicio del intelecto a través del disentir inteligente, basando esta inteligencia no sólo en la razón, sino muy especialmente en las emociones, en las pasiones y en la apertura de cuerpo, mente y alma.

Continuará... (maybe).

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